miércoles, 22 de abril de 2009

Épicas, cuadreras y pulperías


Los reseros del sur pintaron de cuadreras Buenos Aires. El barrio de de Boedo, tuvo el más afamado “tiro” por Chiclana, desde Loria a Boedo.

Hasta 1920, existió un almacén a cuyos pies se frenaban los galopes.En el cruce de las Avenidas Chiclana con Boedo, donde el barrio de Boedo, comienza a amalgamarse en lo que fuera el Pago del Riachuelo, justo en el ángulo donde hoy funciona un comercio de zapatería, se alzaba hasta 1920 el almacén de Juan Negro.

Allí los jinetes “clavaban” los parejeros que venían galopando sin resuello desde Loria, donde se encontraba la famosa “esquina de los corredores”, que no era otra cosa que una pulpería ubicada en esa calle, entre Chiclana y Rondeau, mirando al este.


Si se corría por Chiclana era por ser esta un zanjón de lecho arenoso que facilitaba el “afirmarse” de los caballos. Para algunos historiadores, esas confrontaciones se desarrollaban desde 1845, lo que nos parece probable, porque se lo denomina “esquina de los corredores”, en el Plano de Sourdeaux, de aproximadamente 1850 y, en un hecho policial de la misma época, que luego narraremos.

Debemos tener en cuenta que la existencia de los Mataderos, primeramente en lo que hoy es Plaza España, y a partir de 1856 en el actual parque de los Patricios, produjo, extramuros de Boedo, un movimiento de gente a caballo proveniente de la campiña, muy diestra en el manejo del cuchillo, que era empleada en estos establecimientos.Estos “cosacos” nuestros tenían sus domingos de esparcimiento en esa diagonal en la que se jugaba dinero, la virilidad, el triunfo y quizás y la vida.

En esas competencias que se desarrollaron hasta casi finalizar el siglo XIX, se unían, curiosamente, emociones primarias entre varones de distintos estratos sociales, se arrimaban los hábiles reseros de Patricios, los obreros del ladrillo de Boedo y los aristócratas de la ciudad, quienes luego poblarían los hipódromos.

Cuadreras se realizaban en muchos de Buenos Aires. Desde 1820, se registraban en: las Avenida Luis María Campos, del Libertador, Montes de Oca, Eva Perón desde Varela al oeste, y en Coronel Roca. Pero ninguna alcanzó la fama de la que nos estamos ocupando, ya que incluso sus carreras se anunciaban en el diario.Llanes comenta un artículo del diario “Sud América”, de fines de 1889, en el cual se informa que ha muerto el último parejero criollo, conocido como el Gaitán de Pérez, desaparecido a los 25 años de edad, luego de haber sido uno de aquellos “pingos” de la “esquina de los corredores”.

Quizás haya competido con “el Nene” de Barracas, “el Dorado” de Palermo, “el Toyito” del corralón de Esteban, “el Tostao” de Caballito, verdaderas estrellas que hicieron de ese rincón de Boedo la pista más famosa de la ciudad.El alguna época la “esquina de los corredores” estaba comprendida en una de las primeras estancias que conocería el “Pago del Riachuelo”; posteriormente, ángulo de la “Chacarita de los Franciscanos”, cuando por allí grandes extensiones de tierra eran de los lima, los Elorriaga, los Pereira, los Lezica y los Gowland.

Años más tarde, cuando ya estaban constituidas importante y conocidas quintas en Boedo, como la de Guedes, Pereira, Alais, Casares, a la esquina la circunscribían tierras de Martín Rodríguez, Aldao, Juan Díaz, Josefa Vidal y otros.
Ese sector no careció de figuras reales que dieron origen a personajes de novela. Hablamos del famoso bandido Juan de la Cruz Cuello, que tenía como uno de sus refugios las tierras de la Chacra de San Francisco (posiblemente limitada por Chiclana, Catamarca, Boedo, Pavón) En el amanecer de 1850 se encontraron los secuaces de Cuello con los baqueanos de don Isidro Silva, juez de paz de Flores, fue una lucha larga y cruenta. Los bandidos tenían a su favor la espesa arboleda que rodeaba la quinta; el delincuente huyó montado en un tordillo que tiempo atrás había robado a Juan Manuel de Rosas. Isidro Silva tuvo que conformarse con capturar a tres prisioneros y rescatar al famoso “Pico Blanco”, parejero del paisano Juan Cremuta.

Ayer, en esa Chiclana arenosa se imponía la habilidad del parejero que su jinete guiaba hacia un meta. Hoy, en el asfalto de Chiclana, apenas el semáforo da vía libre, la “picada” sin destino encuentra su máxima expresión según la cilindrada.





© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna

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