lunes, 27 de julio de 2009

Carnavales en Boedo

Las fiestas de carnaval son anteriores al cristianismo, su origen es pagano; se celebran los tres días que preceden al miércoles de ceniza, son puramente populares y consisten en mascaradas, comparsas, bailes y otras ruidosas alegrías.


Nos sorprende encontrar en enciclopedias la definición de algo que tenemos tan asimilado en la memoria y nos trae muchos, gratos recuerdos. También leemos:”Buenos Aires y Montevideo son, quizás, las ciudades más alegres para carnaval, la manera de divertirse es arrojar agua a los transeúntes desde los balcones generándose verdaderas batallas campales”.


Sin embargo el teatro reflejó la melancolía del carnaval porteño en el sainete “Los disfrazados” de Carlos María Pacheco, filosofando sobre el espejismo de la memoria que siempre mejora el tiempo pasado. Lo indudable es que hubo noches de frenética alegría con las calles invadidas de máscaras, comparsas y murgas de muchachotes zafados para la época.


Y si preguntamos ¿Qué pasaba en nuestro barrio en esos días?


El festejo comenzaba en las primeras horas de la tarde con el juego de agua entre vecinos, solo jugaban los mayores y a baldazo limpio, diversión peligrosa para los chicos por los elementos que se usaban: baldes de zinc, cacerolas y las corridas sobre las veredas mojadas.


Al atardecer aparecían las primeras mascaritas sueltas y las murgas de muchachos con trajes hechos de arpilleras e instrumentos improvisados con cacerolas, latas, pitos y matracas.


Caída la noche todos los vecinos se preparaban para ir al corso, entonces, ¡Boedo era una fiesta!


Toda la avenida desde Independencia hasta San Juan se transformaba en un palco donde las butacas eran las sillas de los numerosos cafés, allí se ubicaba el público para ver desfilar a las comparsas, a los adornados carros de las agrupaciones folklóricas y a los automóviles particulares. Se jugaba con serpentinas, papel picado y pomos con agua perfumada.


Las salas del teatro Boedo y los cines Los Andes y Nilo realizaban concursos de máscaras y comparsas, trabajaban a sala llena y hasta la madrugada, por sus escenarios pasaban las agrupaciones de todos los barrios de Buenos Aires y por tres días detenían el tiempo.


Aquellos carnavales tenían su propio perfume, el de los pomos Bella Porteña, su agradable e inconfundible aroma estaba asociado a estas inolvidables y añoradas fiestas del tiempo pasado.





© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna

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Versión para Internet del artículo publicado en Septiembre de 1993


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